Arquitectura

El Vitral del Ábside

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TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN

El arte de la vidriera nace con la catedral gótica, cuando la arquitectura, rompiendo los macizos muros de los templos románicos, da en sus inmensos ventanales y rosetones cabida y espacio vital a la inspiración artística de la humanidad cristiana. Aun si la técnica del vitral era ya conocida en el siglo XII, las vidrieras de aquella época tenían sólo un aspecto decorativo y servían únicamente para aumentar con la luz que penetraba por sus ventanas, de fuertes colores, el ambiente de recogimiento espiritual de las iglesias.

Sólo cuando las grandes paredes desaparecen y se refugia la desalojada pintura mural en los paneles, entre las columnas de las catedrales góticas en forma de gigantescas ventanas, es cuando nace el gran arte de la vidriera. Las vidrieras reemplazan a los frescos, siendo un nuevo medio para la predicación de la fe.

Así lo expresa el famoso abad de St. Denis Suger, muerto en uso: «Las representaciones de las vidrieras tienen su finalidad: enseñar a la gente humilde que no sabe leer la Sagrada Escritura, lo que debe creer.» Y en un tratado de catecismo de la época, se contesta a la pregunta «¿qué se debe hacer al entrar en una iglesia?» «Persignarse, adorar al santísimo y luego pasearse por el templo y mirar las vidrieras.»

Los artesanos de aquellos tiempos, con un concepto muy claro de los valores, sabían bien distinguir entre el arte de la vidriera y la pintura de caballete, y, por tanto, no caían en el relajamiento que más tarde aconteció en la época de la decadencia del vitral.

La imperfección del vidrio en la etapa de su principio de elaboración (vidrio de pequeñas dimensiones y de desigual espesor que oscila entre 3 y 6 mm, a través de los que se quiebra la luz) da a las vidrieras antiguas una luminosidad extraordinaria. La lucha de estos maestros con su material, los lleva a una expresión espontánea y primitiva, que se pierde en los siglos posteriores por la mayor perfección en su acabado. El vidrio plano, en su perfección material, pierde la luminosidad propia de los trozos menos pulidos de la época gótica. Y la posibilidad de utilizarlo entonces en tamaño mayor llevó a los artesanos y pintores a partir del siglo XV a reemplazar el «Mosaico de vidrio» con una especie de «Pintura sobre vidrio».

En el Renacimiento y el Barroco desaparece prácticamente el vitral de las iglesias debido a la nueva orientación espiritual y arquitectónica. Retorna en el siglo pasado como complemento del Neo-románico y Neo-gótico, con la misma falta de autenticidad que caracteriza a estos estilos.

La renovación del arte de la vidriera comienza con el arte y la arquitectura contemporáneos. Utilizando un nuevo material, se ha llegado no sólo a aproximarse a la belleza y luminosidad de los vitrales antiguos, sino que se los ha superado. Hoy se utilizan vidrios gruesos de un espesor de casi 3 centímetros para la creación de vidrieras. Estos trozos que no se pueden fabricar en una dimensión mayor de 20 por 30 centímetros, pueden labrarse con el cincel después de su colocación, obteniendo así una superficie irregular de pequeños prismas a través de los cuales se quiebra la luz, haciendo brillar los cristales como piedras preciosas. Este nuevo material obliga al artista a utilizar también otro medio para unir los trozos que componen el vitral. Dado su espesor no es ya posible unirlos con plomo y se utiliza el cemento armado. Este cambio de material es más adecuado a nuestra época; ha producido también un saludable cambio en la concepción artística de las vidrieras y un acercamiento al espíritu del arte sacro primitivo. En este espíritu el artista de hoy intenta cumplir su obra dentro de la iglesia, resolviendo los problemas espirituales y religiosos a la vez que los plásticos; los que derivan de la temática o surgen de la arquitectura a la cual deben servir.

En el caso de la Iglesia del Teologado de los Padres Dominicos en Madrid se presentó un problema complejo por diferentes causas difíciles de resolver. Estos problemas eran de índole teológica, arquitectónica, y derivaban del gran tamaño de la superficie (300 m2).

El tema previamente indicado por los RR. PP. Del Teologado, fue «La glorificación del martirio», siendo la iglesia dedicada a San Pedro Mártir. Este tema, tratado a manera de una gran cantata musical en la que intervienen solistas, grandes y pequeños coros, instrumentistas y órganos, se desarrolla con figuras y símbolos de diferentes tamaños y dividiendo la vidriera horizontalmente en tres zonas principales.

A través de los personajes que aparecen, se trata de plasmar la idea del martirio en su relación con Dios.

La vidriera, compuesta de nueve paneles, se divide en dos partes por las figuras centrales: La santísima Trinidad, La Santísima Virgen como Reina de los mártires (La Pietá) y San Pedro mártir. El vitral central está enriquecido por representaciones de figuras más pequeñas que rodean a la Virgen: La Pasión de Cristo en sus fases espiritual y corporal; Gethsemaní, El beso de judas, Cristo ante Pilatos y La coronación de espinas, la flagelación y la crucifixión.

En los paneles de la izquierda aparecen los mártires del Antiguo Testamento Abel, Job, Tobías y los personajes que profetizan el martirio de Cristo. Las figuras de la derecha representan a San Juan Bautista, los Apóstoles y mártires del Nuevo Testamento.

La parte alta está dedicada a las figuras representativas que simbolizan las apariciones celestiales, referentes al Antiguo y Nuevo Testamento y se disgregan en forma ordenada hacia derecha e izquierda.

La visión apocalíptica del cordero y las visiones de Ezequiel; la rueda de fuego y los cuatro vivientes; los ángeles y los querubines. El símbolo del Nuevo Testamento, la Cruz, y el del Antiguo Testamento, el Candelabro de cinco brazos; los ángeles portando la corona del martirio y Dios que se une en su creación con Job purificado.

La parte baja de la vidriera está dedicada en las tres vidrieras del centro a los mártires Dominicos, y en las otras vidrieras a mártires de diferentes épocas.

El problema arquitectónico que presenta la audaz e interesante construcción en su altar céntrico, cuyo fondo iba a ser el vitral, tenía que verse resuelto con una armonía de colores y un desarrollo lineal lo suficientemente sobrio, para que, a pesar de ser un material luminoso, no rompiera la unidad constructiva; además de existir el problema de obtener la suficiente claridad para que los seminaristas teólogos pudieran leer cómodamente en el coro.

Estos dos problemas y la gran superficie a cubrir obligaron a utilizar colores suaves y ritmos de líneas que en primer lugar subrayan la vertical y horizontal, manteniendo un ritmo fluído que pasa a través de toda la composición. Para lograr mayor armonía con el material de construcción que es ladrillo, se ha elegido como color de fondo un rojo pardo suave, y para alcanzar una totalidad tranquila, que lleve al recogimiento y meditación prevalecen los colores azules, verdes y ocres. Sólo en algunas partes aparecen rojos violentos como contrapuntos, y con el fin de subrayar los momentos de tragedia en la etapa del martirio.

La vidriera está ejecutada con la técnica anteriormente explicada, vidrio grueso montado en cemento armado, técnica en la que nada se pinta sobre el vidrio, el cual aparece en toda su pureza de material noble y en la que todo lo que es dibujo o figuración se realiza con el cemento armado

Lima, Septiembre de 1959 – A. WINTERNITZ

 

DESCRIPCIÓN DETALLADA DEL GRAN VITRAL

Primer Panel izquierda

Parte central: Personajes del A. Testamento que testimonian el martirio de Cristo: Abel en oración, Job se une con Dios, representado en la parte superior por las esferas siderales de la Creación, el ciego Tobías (encima de su cabeza el pez, símbolo de su fe).

Parte inferior: Abel matado por Caín, Job martirizado por el demonio y Sta. Lucía ofreciendo sus ojos.

 

 

Secundo panel:

Parte central: Melquisedec, David y el profeta Amós

Parte superior:: Símbolos del A. T., querubines y el candelabro de los siete brazos.

Parte inferior: Santa Inés, Santa Cecilia y un mártir.

 

 

Tercer panel:

Parte central: Profetas: Daniel, Jonás y Malaquías.

Parte superior: Querubines.

Parte inferior: Santa Ursula y sus compañeras mártires; una santo mártir.

 

 

 

 

Cuarto panel:

Parte central: Los tres grandes profetas: Ezequiel en la visión de la resurrección de los muertos (parte inferior) y las visiones de la rueda de fuego y los cuatro videntes (parte superior); Isaías profetizando la cruz de Cristo (con una gran cruz que llega hasta la parte inferior donde es venerada por dominicos prisioneros) y Jeremías que anuncia los terribles dolores de Cristo.

Parte superior: las visiones de la rueda de fuego y los cuatro videntes

Parte inferior: la visión de la resurrección de los muertos y dominicos prisioneros venerando la cruz.

 

 

Quinto panel:

Parte central: la Santísima Virgen Reina de los Mártires sujetando a Cristo yacente (La Pietá) y escenas de la pasión: A la izquierda: Getsemaní, beso de Judas, ante Pilatos; a la derecha: coronación, flagelación y crucifixión.

Parte superior: La Santísima Trinidad.: El triángulo con el ojo, símbolo del Padre; las letras =Pax Christi, que son el símbolo del Hijo; y la paloma, que es el símbolo del Espíritu Santo.

Parte Inferior: San Pedro Mártir de Verona escribiendo con el dedo mojado en su propia sangre “Credo in unum Deum” y otros mártires dominicos.

 

 

Sexto panel:

Parte central: San Juan Bautista señala al Cordero celestial, rodeado de los siete ojos y los siete espíritus de Dios (parte superior); San Pedro crucificado boca abajo y San Pablo, sobre el que aparece la cruz redentora.

Parte superior: El cordero de Dios

Parte inferior: Martirio de San Pablo y martirio de frailes dominicos, uno de ellos simbolizando los mártires de Japón, quemados vivos (s. XVII).

 

Séptimo panel:

Parte central: Los apóstoles San Bartolomé, San Andrés y Santiago el Mayor., patrón de España, con la concha de peregrino.

Parte superior: Los Ángeles anunciando el juicio final (visión apocalíptica).

Parte inferior: Santa Catalina de Alejandría, San Cristóbal y una santa mártir.

 

 

 

Octavo panel

Parte central: Santiago el Menor, San Esteban, protomártir, con los ángeles que le presentan la Cruz (parte superior) y San Sebastián.

Parte inferior: Una santa mártir, Santo Tomás Moro, asesinado en la catedral y los santos mártires Cosme y Damián.

 

 

 

Noveno panel:

Parte central: San Lorenzo, San Vicente de Valencia y San Juan de Colonia (dominico s. XVI) y sus compañeros mártires.

Parte superior: ángeles con la corona del martirio.

Parte inferior: una santa mártir y un santo que fue arrojado al mar.