Arquitectura

Friso

Es satisfactorio para un artista la realización de uno de sus deseos fundamentales: poder colaborar con el arquitecto desde el planeamiento mismo de la construcción, para asegurar que su aportación artística decorativa tenga la unidad espiritual y formal requerida por la estructura arquitectónica. Aquí, en el Teologado de los RR. PP. Dominicos en Madrid, se ha dado esta feliz colaboración. Aprovecho estas líneas para expresar mi agradecimiento profundo a los Padres Dominicos y a D. Miguel Fisac, Arquitecto de la gran obra del Teologado y de su Iglesia por la confianza que me ha sostenido durante los años del arduo trabajo.

Asignado el sitio de colocación a una altura de 12 metros, comenzando desde el punto izquierdo extremo de la fachada y corriendo hacia la derecha, cubriendo unos 14 metros y medio aproximadamente (fijando como anchura de la franja 2,50 metros), el problema decorativo bien pronto se cristalizó. Era menester dar a la fachada curva, a este gran muro funcional, una franja decorativa en relieve con fuertes claroscuros en contraste con el muro sencillo y que estuviese al mismo tiempo en armonía con la zona de sombra bajo la línea horizontal, ligeramente ondulada del techo de las arcadas interrumpidas por las líneas verticales de los finos pilares, que llevan el movimiento con ritmo métrico, hacia la entrada lateral y única de la iglesia.

El TEMA del friso surgió del «tema» mismo de la iglesia del Teologado, que sería dedicada a los mártires de la venerable Orden de Predicadores. Encontrándome frente a innumerables historias de vidas y leyendas de mártires dominicos de todos los tiempos, me pareció más conforme al espíritu de este templo buscar la misma amplitud espiritual con la cual el Arquitecto tan felizmente había resuelto la arquitectura estructural del interior. Se comprende por qué no hemos escogido ningún tema descriptivo ilustrando la vida de un santo mártir, sino más bien lo esencial de todo martirio; la fuerza brutal y aniquiladora del «mundo» y la fuerza espiritual, religiosa, aparentemente más débil y sometiéndose a la primera, pero resurgiendo en victoria final. Aceptando por Cristo el martirio.

Dada la subdivisión del muro por pilastras funcionales, la composición del friso orgánicamente se tenía que dividir en tres partes y un tercio. Cada panel debía tener una composición propia, sin que por eso el friso perdiera unidad. A1 contrario: la obra necesitaba ostentar unidad espiritual y formal desde la primera figura hasta la última.

El PRIMER panel corresponde al comienzo del martirio. La división en dos grupos, guerreros y monjes, se desprende por su actitud más bien que por la insinuación de unas carácterísticas: el hábito monacal y el casquete, respectivamente.
Desde el extremo izquierdo se lanza el gesto acusador de los guerreros y va repetido en la tercera figura, la del monje arrodillado, animando a los demás a emprender el camino del martirio en espíritu de obediencia y conformidad con la voluntad divina. Los dos monjes de pie repiten la misma línea diagonal, afirmando así más su decisión. En el fondo de este mismo panel, a la derecha, se encuentra una figura casi escondida, silenciosa. Parece estar impasible y no tomar parte en la escena. Sólo la mano del primer monje arrodillado lleva la mirada hacia ella, es símbolo de la Meditación, de la Vida espiritual.

El SEGUNDO panel es el martirio. Su composición tiene fuerte movimiento. Pero ninguna línea lleva hacia fuera; es como si, por el sufrimiento humano, todo movimiento se concentrase sobre sí mismo, retorciéndose. Tortura que no tiene más salida que la muerte.

Un monje arrodillado, los brazos extendidos hacia lo alto, pide la misericordia divina y abre con este gesto de fe el TERCER panel.Le sigue un mártir que está cayendo hacia atrás (sobre otro caído), sucumbiendo a la fuerza brutal de su acometedor. Entre los brazos del monje que voltea la cabeza como si oyera una voz, yace un muerto, en paz.

Desde los primeros guerreros del primer panel hasta aquí, corre una línea composicional escondida (interrumpida por un brusco subir y bajar en la segunda mitad del segundo panel), descendiendo lentamente hasta el punto de la mayor humillación, la muerte, para ascender luego vigorosamente hacia la figura final. Un ángel surge y vuela hacia el CRISTO, llevando toda la mirada y la esperanza del último monje, símbolo del Alma, quien, de rodillas, viene amparado por otro ángel que aparece detrás.Sobre la figura del Cristo no puedo decir nada. Lo que esculpí no es sino la confesión, con martillo y cincel, de que no sabía cómo hay que hacerlo.

Importantísimo me parecía el factor de la labra de la piedra, habiéndose escogido caliza de Colmenar por su dureza y su color como material definitivo.

Anhelo común del Arquitecto y del artista ha sido el logro de una superficie vibrante y viril, que espero haber podido realizar por la talla directa. Quería respetar íntegra la vida propia de la piedra, dejándola ser piedra.

Pero ¡despiadado sol! Aún más el nuestro ¡sol que brilla sobre España!

¡Qué profundidades he tenido que labrar para obtener sombra y llegar a la oscuridad que necesitaba el ritmo de la composición del friso y darle la máxima expresión!

¡Que contribuya ahora humildemente con su lenguaje petrificado al honor de Aquel en cuyo Nombre fue levantado este Templo!

SUSANA C. POLAC.